¿Final o principio?
Nacimiento y muerte anunciada
Lo que sigue es un extracto de la última carta que Vincent
Van Gogh le escribió a su hermano Theo en los días previos a su muerte y que,
en solo tres líneas, condensa mucho más de lo que podría parecer en primera
instancia.
En él, Van Gogh dice:
“Pues bien, mi trabajo; arriesgo mi vida y mi razón de ser
destruida a medias, bueno, pero tú
no estás entre los marchands de hombres, que yo sepa; y puedes tomar partido,
me parece, procediendo realmente con humanidad, pero, ¿qué quieres?” 1
¿Por qué comenzar por la última de sus cartas? ¿Por qué
iniciar el camino por estas “Entrelíneas”
desde el final? Quizás —y esto es solo una interpretación—, porque en la vida
de Van Gogh, principio y final no son más que uno, en el sentido de que su
trágico desenlace es una especie de espejo, una pantalla en la que se refleja
lo que ya estaba escrito desde un principio: su tormento, el incesante padecer
de su existencia e, incluso, su propia muerte. Quizás —y esto también es una
interpretación— podría haber comenzado su larga relación epistolar (la que duró
veinte años) con esta carta, una carta que nos habla de un desastre, de su propio
desastre subjetivo, que lo acompañaría de forma constante a lo largo de su
vida, no solo en su trayectoria pictórica sino también en el amor, en su
relación con sus padres, con sus amigos, con sus colegas y, también, con su
hermano.
Por tanto, sólo tres líneas, pero que no solo resumen de
forma certera su infierno personal sino que, casi de manera solapada, nos
revelan un último arrebato de lucidez en el que el artista nos confiesa que en su trabajo se le ha ido
toda su vida.
Y de fondo y como colofón, una pregunta: “Pero,
¿qué quieres?”, que dirige a su hermano y con la que acaba su carta y su
intercambio epistolar, él, que nunca le preguntó a nadie que quería sino que
solo entregó colores, movimiento, y, como dijo, hasta su propia vida. ¿Qué
decir de ese interrogante?
Todo sujeto se estructura como tal en torno a una pregunta
dirigida a un Otro, un “¿Qué me quieres?” con el que, desde su nacimiento y
hasta el final de sus días,
pretende llenar el vacío de significado de su existencia. Será en ese ir
y venir como acabará llenando
dicho hueco con los múltiples significados de sus identificaciones. En este
caso, esa pregunta no tiene más que una respuesta, una respuesta que Van Gogh
acaba “realizando” con su propia muerte, en tanto ese Otro primordial ya lo
había matado como sujeto ni bien nacer, al nombrarlo con el significante de un
hijo muerto un año antes, precisamente en la misma fecha de su nacimiento.
Pero, nuevamente, esto solo puede ser una interpretación.
Ricardo N. Mitolo y Fernando A. Mitolo
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