El sendero de la Gloria
Y aquel día, tras ser conminados los dos hombres ante el
Visir, este les dijo:
—Antes de continuar el camino, debéis responder a una
pregunta: ¿Qué es para vosotros la Gloria? Que sepáis que, dependiendo de la
respuesta, vuestra ruta será de una manera u otra.
Sorprendidos ante la supuesta simpleza de la pregunta, ambos
hombres se apresuraron a responder:
—La Gloria es aquello que no muchos alcanzan —dijo uno—. Algo
que está más allá de lo tangible.
—Pues, para mí no es otra cosa que el Cielo, ese destino que
todos, en alguna medida, queremos alcanzar pero que, quizás, nunca alcanzaremos
—agregó el otro.
El Visir, con gesto circunspecto, aunque no tan sorpredido
por las trilladas respuestas de los viajeros, les dijo:
—Pues, que sepáis que la Gloria no es nada de eso que acabáis
de decir. Nada de lo que os han hecho creer a lo largo de vuestra existencia,
nada de eso es la Gloria. La Gloria está constantemente a vuestro lado, en cada
momento, en cada instante que vivís.
No es algo intangible o celestial, ni nada que no pertenezca a este mundo. Solo
tenéis que estar atentos a vuestras sensaciones, a lo que sucede en vuestros
instantes compartidos, y allí la encontraréis, siempre.
Para que podáis comprobarlo, deberéis dirigiros hacia la
Tierra de los Volcanes y, una vez allí, buscaréis el sendero que va desde el
Roque Sagrado hasta la Costa del Faro. Serán cinco días de travesía en los que,
si realmente estáis atentos, encontraréis infinidad de oportunidades para sentir
en vuestros corazones esa ansiada Gloria. Es importante que al acabar el quinto
día os separéis. Os llevaréis lo vivido en vuestros corazones. Eso os reforzará
y os preparará para vivr con plenitud el momento del próximo encuentro. Hasta
que aquello se produzca, os mantendréis conectados a través de un objeto que os
intercambiaréis al separarse y del recuerdo de lo compartido en el Sendero de
la Gloria. Ahora debéis iros. Y recordad, caminad siempre juntos y mantened
vuestra Vela de la Ilusión Eterna encendida.
Dicho esto, el Visir desapareció y los dos viajeros
emprendieron el camino hacia la Tierra de los Volcanes. Y así fue como tras
cinco días de travesía por aquellas Tierras Afortunadas, los dos hombres
comprobaron que, en efecto, la Gloria estaba junto a ellos, a cada instante, en
cada momento compartido. Finalmente, se despidieron tras abandonar la Costa del
Faro, con lágrimas de alegría y un sinfín de abrazos insaciables. Emocionados,
se prometieron un nuevo encuentro en la Ciudad que No Duerme. Y, como les
dijera el Visir, cada uno le entregó al otro un objeto preciado: el primero,
una de sus pasiones, un conjunto de letras escritas tiempo atrás, producto de
su imaginación. El otro, su eterno compañero de viaje, una pequeña parte de sí,
azul como el mismísimo mar.
Fernando Mitolo
GUAUUUU!!!!!LINDO RELATO
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS MI AMOR...UN BESOTE.
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