El Regalo de los Elefantes Sagrados II


Entonces, aceptando aquel Sagrado Regalo, los dos hombres se desprendieron de sus antiguas pertenencias, dejaron atrás sus pesados lastres y, desnudos frente al Visir, recibieron dos pasaportes de oro y un mapa en blanco.

—Ahí tenéis todo lo que necesitáis —les dijo el Visir—. A partir de ahora sois libres. Podéis andar y desandar los caminos que queráis y de hacer de ese mapa en blanco vuestra propia Ruta Sagrada. Pero debéis tener en cuenta una cosa: en ningun caso podréis internaros en los Lugares Prohibidos. El primero con el que probablemente os crucéis, es La Caldera del Miedo. ¡No os detengáis! Seguid adelante. Escondidas en algún recodo del camino, veréis Las Cuevas de la Desesperación. Desviad inmediatamente la vista y manteneros muy juntos. Y por último, cuidado con internaros en el Bosque de las Falsas Interpretaciones. Es el más peligroso de todos.

—Pero, ¿y cómo sabremos identificarlos para así no caer en sus fauces?

—Os daréis cuenta por el inmenso malestar que os producirá en vuestros corazones el solo hecho de pisar su impúdica tierra. Ellos intentarán engañaros con mil y una escaramuza mental. No les hagáis caso. Siempre, estéis donde estéis, aferraros el uno al otro y hacedle caso a lo que os dicten vuestros corazones. Caminad despacio y, sobre todo al principio, tomad los Senderos de la Calma y la Seguridad; ellos os guiarán hacia los lugares más maravillosos del camino, que estarán ahí esperando a que paséis y los disfrutéis, no temáis. Es importante que no olvidéis lavaros todos y cada uno de los días en el Río del Respeto y la Sinceridad; hacedlo juntos, el uno al otro. Y a cada momento que podáis,  deteneros a beber de las Fuentes del Sagrado Presente. Las encontraréis por doquier, solo es cuestión de estar atentos Ellas os fortalecerán con su nectar y podréis experimentar el verdadero disfrute de la Ruta y que os llevará hasta el Final.

Dicho esto, el Visir les entregó un último regalo: la Vela de la Ilusión Eterna:

—Mantenedla siempre encendida. Y si a lo largo de la Ruta os encontráis con dificultades, solo aferraros a ella con toda vuestra fuerza. Esa es la clave. Si hacéis caso a todo esto y os mantenéis juntos, nada, nunca, os desviará del Camino Sagrado.

Y de pronto, el Visir desapareció, y aquel afortunado par de viajeros emprendió, por fin, su ansiada Ruta Sagrada.




Fernando Adrian Mitolo

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