De palabras y emociones
No sé bien si es un problema de
mi boca o de mi lengua, pero desde hace unas semanas, se me agolpan como
marabuntas un centenar de palabras que luchan desesperadamente por salir. Desde
monosílabos de colores variopintos hasta vocablos con luces grandilocuentes,
pasando por sintagmas cargados de emoción y alguna que otra rezagada con aires
de telenovela, el caso es que tengo la sensación de que mi boca se me está
quedando chica para contener tanto traqueteo lingüístico.
Se me ha ocurrido consultar con
todo tipo de profesionales, desde logopedas y neurólogos, hasta esos que dicen
que curan los males del alma. Pero una viejecita del pueblo me ha dicho que me
deje de tonterías y que no haga caso a esos manosantas y santeros de
universidad. Fue clara y contundente:
-El problema, mi niño, no es ni
de la boca ni de la lengua –me dijo, con cierta sonrisa socarrona-. Lo que a ti
te pasa es que tienes el corazón enamorado. Y como ese desgraciado es el que
manda en estas lides, déjale que haga lo que tenga que hacer, que juegue con
las palabras y las ponga bonitas, que las engalane con los mejores oropeles y
así se las puedas ofrecer al destinatario de ese amor. Y cuando sientas que la
boca te está por explotar y por algún motivo te sea imposible decírselas al
oído, ábrela y déjalas salir, aunque sea al viento, que esté donde esté,
seguramente, él las escuchará.
Fernando Mitolo
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