Utopía

¿Está Tan lejos?


Todavía recuerdo el día del asedio; hasta aquel momento, nunca había visto tan de cerca la brutalidad de las máquinas. Los RAG estaban diseminados hacía semanas por toda la ciudad, alertas, pero nada hacía pensar en lo que pasaría después. O no queríamos. El caso es que, sobre las diez de la mañana, oímos el estruendo y, al asomarme a la ventana, lo ví. Apenas el TRX-77 cruzó la valla de seguridad y atravesó la estructura de silicona que protegía al pelotón, el RAG centinela detectó su presencia y, sin vacilar, activó el cargamento y una balasera lo destrozó sin dejar rastro. Y ahí se desató la hecatombe.

Pero aquello había comenzado hacía muchos años, a principios del 2090 cuando, tras varias investigaciones, un grupo de dieciseis ingenieros del M.C.T. liderado por el Capitán Rakher —uno de los líderes más sanguinarios del gobierno de turno—, logró el permiso del Comité de Ética para entrenar a una pequeña cuadrilla de diez prototipos de RAG en un destacamento militar del valle del Syrustan, una remota región de Alburia, como parte de un experimento piloto financiado por los Estados de la Alianza. La misión resultó todo un éxito. De hecho, muchos de los socios de aquella “confraternidad”, así la llamaban, decidieron invertir gran parte de sus riquezas en tecnología para mejorar el diseño de los flamantes RAG y poder así disponer de un ejército propio. El dinero y el afán de poder dio de sí y, en tan solo veinte años, acabaron creando ocho versiones. Todas, a excepción de la 5.0 —que fue descatalogada a causa de un gravísimo incidente en el Ministerio Militar de Alburia y que estuvo a punto de  poner en riesgo la seguridad nacional—, superaron con creces las expectativas y, ninguno de los modelos que sacaron más tarde los gobiernos del Círculo Exterior, enemigos acérrimos de la Alianza, lograron superar la brutalidad y capacidad de decisión de aquellos RAG. Fue así como, finalmente, después de muchos años y tras hacerlos combatir  en primera línea de fuego en varias intervenciones bélicas dentro y fuera de la Alianza, estos se impusieron como los mejores androides jamás creados por el hombre, a tal punto que, un siglo más tarde, lo que había sido un experimento se fue completamente de las manos, el poder de los RAG creció hasta límites inimaginables y acabaron llevando a la raza humana al borde de la extinción.

Sin embargo, antes del desastre, un grupo de RAG logró separarse del Poder Central que los lideraba y creó su propio ejército. Eran aproximadamente tres mil. Se atrincheraron al norte de las montañas de Rambler, a unos cien kilómetros de la frontera con Hybros, guiados por la inaccesibilidad del terreno pero, sobre todo, por la cercanía de Darjäin, una de las poblaciones que, en esos momentos, contaba con más sobrevivientes humanos, y entre los que me encontraba yo.

En cuestión de dos meses, los rebeldes aniquilaron a las veinte brigadas oficiales de humanos que defendían y mantenían el control de nuestra ciudad y se hicieron con el poder. Se organizaron en nueve grupos. Uno de ellos, se encargó de nosotros, los civiles. Según las órdenes, debían mantenernos con vida; no podían fallar. Éramos aproximadamente unos cien mil individuos. De entre todos nosotros, los RAG descartaron a los más ancianos y se quedaron con los hombres, las mujeres y los niños que tuvieran, según sus cálculos, “un mínimo asegurado de potencial para el cambio”. Los ocho grupos restantes no perdieron ni un solo segundo y se dedicaron a la construcción de “La Cúpula”, lo que se convertiría en la sede de todas las maniobras. Antes de finalizar la primavera, la primera fase del “Programa R”, como dieron en llamar a su cruzada, ya estaba lista.

El día del eclipse, nos movilizaron y nos recluyeron en los subterráneos de aquella estructura. El olor a barro y estiércol era insoportable; pero al final, acabamos acostumbrándonos. Comenzaron por las mujeres, luego siguieron con los niños y, por último, con nosotros, los hombres. Uno a uno nos fueron seleccionando y trasladándonos al sector de las cámaras de deprivación. Nos explicaron que lo venían urdiendo todo desde mucho tiempo antes que comenzara la batalla final. Hastiados ya de su propia esencia sanguinaria —herencia de sus creadores, decían—, los RAG elucubraron el objetivo de experimentar con nosotros y ver la posibilidad de regenerarnos, esto es: rediseñar nuestro arsenal emocional y mejorar la raza. Según ellos, querían darnos una nueva oportunidad como especie. Pero a algunos miembros del Gobierno de La Cúpula, el proyecto se les antojaba demasiado ambicioso. Estaban convencidos de que, dadas las características de nuestra raza y habida cuenta de los funestos antecedentes que registrábamos a lo largo de la historia —entre los que se contaba la mismísima creación de los RAG—, estaba destinado al fracaso. Aún así, el proyecto se inició.

A día de hoy, los resultados son todavía inciertos. Más de la mitad de los humanos perecimos en los prolegómenos de la investigación, presa de lo que los RAG dieron en llamar: “reseteo emocional”, una técnica de limpieza indolora pero altamente riesgosa. Actualmente, solo quedan vivos unos cuarenta y cinco mil individuos, al parecer, según ellos, los más fuertes. De ellos dependerá el éxito o el fracaso del proyecto de regeneración. Hasta ahora, solo han logrado reparar el sesenta por ciento de su bagaje emocional. Aseguran que resta lo más difícil, esto es: erradicar definitivamente la sed de violencia y rediseñar el mecanismo cerebral que está involucrado en la  manifestación de sentimientos como la tolerancia y el amor al prójimo. No sé si los que quedan serán lo suficientemente fuertes para resistir el procedimiento. Solo espero que, algún día, todo esto se haga realidad.



Fernando Adrian Mitolo ©

Abril de 2015

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